El
psicoanálisis, tal como se practica en los círculos médicos
occidentales, no existe en el sistema médico tradicional de la
China. En Oriente, cuando un paciente presenta síntomas de tensión
emocional, confusión mental, pánico, paranoia y demás, “el
médico verdaderamente bueno trata de curarlo mediante la
alimentación”. Tras analizar minuciosamente sus hábitos
dietéticos, el médico chino generalmente descubre una deficiencia
crítica de algún nutrientes vital o un extremado desequilibrio de
las energías farmacodinámicas contenidas en los alimentos que
consume. A continuación, procede a tonificar la deficiencia y
corregir el desequilibrio mediante estrictas recomendaciones
dietéticas complementadas con una terapia a base de hierbas.
Fue
en Europa, donde las dietas habituales están lastimosamente
desequilibradas según los criterios taoístas, que surgió la
psicoterapia como una rama independiente de la medicina, divorciada
de la fisiología. Esta dicotomía médica es típica del dualismo
que subyace en el corazón del pensamiento occidental.
A
pesar de las corrientes dualistas del pensamiento occidental, un
reducido puñado de científicos nutricionales norteamericanos y
europeos han redescubierto por fin el “eslabón perdido” entre el
cuerpo y la mente, entre la salud física y la mental, y resulta que
dicho eslabón es la nutrición. El Dr. George Watson, de la
Universidad de California del Sur, lo expone muy claramente en su
excelente libro Nutrition And Your Mind (La
Nutrición y tu Mente):
“Hemos
comprobado que la enfermedad mental funcional es reflejo de un
metabolismo perturbado, principalmente como consecuencia del mal
funcionamiento de sistemas enzimáticos”.
El
énfasis en los sistemas enzimáticos es particularmente
significativo, a la luz de las dietas carentes de enzimas que
prevalecen en las sociedades occidentales, en las que se registra la
mayor incidencia de trastornos mentales.
Para
comprender cómo funcionan estas relaciones, debemos examinar antes
el funcionamiento del cerebro. El cerebro sólo puede quemar glucosa,
también llamada “el azúcar de la sangre”. De hecho, el cerebro,
que representa únicamente el 2,5 por ciento del peso corporal,
consume el 25 por ciento de todo el azúcar disponible en la sangre.
Puesto que la sangre sólo puede transportar la glucosa suficiente
para unas cuatro horas de actividad cerebral, cualquier interrupción
en el suministro constante de glucosa a la corriente sanguínea se
traduce en una inmediata perturbación de las funciones cerebrales.
El primer síntoma de perturbación mental causada por deficiencia de
glucosa en el cerebro es la pérdida del control emocional.
El
cerebro obtiene su glucosa de tres fuentes. Parte de ella procede de
alimentos ricos en glucosa (como la uva y la miel), de los que es
absorbida directamente por la sangre y transportada al cerebro. Otra
fuente es la descomposición de los hidratos de carbono y su
conversión en glucosa. La tercera fuente es el glucógeno que el
hígado produce y almacena, a partir de la descomposición de grasas
y proteínas. Cuando se agota el relativamente limitado suministro
que proporcionan los alimentos ricos en glucosa y la digestión de
los hidratos de carbono, el hígado convierte el glucógeno
almacenado en glucosa y la segrega a la corriente sanguínea para
mantener constante el aprovisionamiento del siempre activo y siempre
hambriento cerebro.
La
completa eliminación de las grasas en una dieta constituye la mayor
aberración, pues las grasas representan una de las mejores fuentes
de energía alimenticia. La grasa proporciona el triple de nergía
que el azúcar y el doble que las proteínas, y su combustión es
mucho más rápida y completa que la de casi cualquier otro alimento.
La clave del consumo de grasas está en evitar las combinaciones de
alimentos incompatibles que perjudican su digestión, como consumir
las grasas junto con una proteínas concentrada. Cuando se obtienen
de una correcta combinación de alimentos naturales, las grasas no
engordan. Recordemos que los esquimales se alimentaban
tradicionalmente de grasa animal cruda, y les iba muy bien (aunque
el frío seguramente ayudaba a gastar calorías). La
“potencia cerebral” exige un suministro adecuado de grasas, y las
exhaustivas investigaciones del Dr. Watson establecen una clara
relación entre la insuficiencia de grasas en la dieta y los
trastornos mentales crónicos.
Examinemos
de cerca un caso concreto descrito por el Dr. Watson en Nutrition and
Your Mind. Un joven llegó a su consultorio aquejado de una depresión
mental grave y claustrofobia morbosa. Tanto le asustaban los espacios
cerrados que hacía más de cinco años que no lograba permanecer en
su propio cuarto de baño el tiempo suficiente para darse una ducha.
Al ser interrogado, el paciente reveló que su dieta cotidiana, un
día sí y otro también, año tras año, se componía únicamente de
tres productos: hamburguesas, café solo y leche desnatada
pasteurizada. El Dr. Watson descubrió que, debido a la desnutrición
crónica, las células del pacientes habían perdido por completo su
capacidad de convertir los alimentos en energía. La primera medida
del cotor fue establecer una dieta equilibrada a base de proteínas,
grasas, hidratos de carbono, frutas y verduras frescas, suplementada
con citaminas y minerales naturales, y el joven no tardó en recobrar
su capacidad metabólica normal. Su depresión crónica y su
claustrofobia desaparecieron total y definitivamente. En vez de
perder años y derrochar una fortuna hablando con un psiquiatra, el
paciente quedó curado en unas pocas semanas y con un gasto
mínimo.[1]
De todos modos, un psiquiatra probablemente habría ayudado en su
recuperación. Lo ideal sería buscar una solucíon integral.
Más
de un 80 por ciento de los pacientes del Dr. Watson se ha curado
definitivamente de prácticamente todas las formas conocidas de
enfermedad mental por medio de la terapia nutricional, incluyendo
unos cuantas “casos perdidos” enviados por otros psiquiatras
frustrados. Y, si bien este enfoque sigue considerándose como una
herejía en los círculos médicos de Occidente, ha sido siempre el
tratamiento habitual en las artes curativas taoístas.
Los
trabajos del Dr. Watson le llevaron a descubrir por sí mismo la
tradicional “trinidad” taoísta de esencia, energía y espíritu,
pero desde un punto de partida completamente científico y actual. Su
comprensión de que la “esencia” (enzimas y otros nutrientes)
debe proporcionar la “energía” vital necesaria para sustentar el
“espíritu” (mente) queda reflejada en el siguiente párrafo de
su libro:
“Lo
que uno come, digiere y asimila le proporciona los nutrientes
productores de energía que la sangre transporta hasta el cerebro.
Cualquier perturbación del suministro de nutrientes o de los
sistemas productores de energía del cerebro se traduce en un
trastorno del funcionamiento de éste, trastorno que puede
denominarse mala salud mental”.
Y
concluye el Dr. Watson: “Lo que usted come determinado su estado
comental, y quién es usted”. Verdaderamente, todo esto da que
pensar. [1]
[1] Extraído del libro “El Tao de la Salud, el Sexo y la Larga
Vida” del autor Daniel Reid.
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