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miércoles, 12 de diciembre de 2012

Dieta, Salud Mental y Taoísmo




El psicoanálisis, tal como se practica en los círculos médicos occidentales, no existe en el sistema médico tradicional de la China. En Oriente, cuando un paciente presenta síntomas de tensión emocional, confusión mental, pánico, paranoia y demás, “el médico verdaderamente bueno trata de curarlo mediante la alimentación”. Tras analizar minuciosamente sus hábitos dietéticos, el médico chino generalmente descubre una deficiencia crítica de algún nutrientes vital o un extremado desequilibrio de las energías farmacodinámicas contenidas en los alimentos que consume. A continuación, procede a tonificar la deficiencia y corregir el desequilibrio mediante estrictas recomendaciones dietéticas complementadas con una terapia a base de hierbas.

Fue en Europa, donde las dietas habituales están lastimosamente desequilibradas según los criterios taoístas, que surgió la psicoterapia como una rama independiente de la medicina, divorciada de la fisiología. Esta dicotomía médica es típica del dualismo que subyace en el corazón del pensamiento occidental.
A pesar de las corrientes dualistas del pensamiento occidental, un reducido puñado de científicos nutricionales norteamericanos y europeos han redescubierto por fin el “eslabón perdido” entre el cuerpo y la mente, entre la salud física y la mental, y resulta que dicho eslabón es la nutrición. El Dr. George Watson, de la Universidad de California del Sur, lo expone muy claramente en su excelente libro Nutrition And Your Mind (La Nutrición y tu Mente):

Hemos comprobado que la enfermedad mental funcional es reflejo de un metabolismo perturbado, principalmente como consecuencia del mal funcionamiento de sistemas enzimáticos”.

El énfasis en los sistemas enzimáticos es particularmente significativo, a la luz de las dietas carentes de enzimas que prevalecen en las sociedades occidentales, en las que se registra la mayor incidencia de trastornos mentales.


Para comprender cómo funcionan estas relaciones, debemos examinar antes el funcionamiento del cerebro. El cerebro sólo puede quemar glucosa, también llamada “el azúcar de la sangre”. De hecho, el cerebro, que representa únicamente el 2,5 por ciento del peso corporal, consume el 25 por ciento de todo el azúcar disponible en la sangre. Puesto que la sangre sólo puede transportar la glucosa suficiente para unas cuatro horas de actividad cerebral, cualquier interrupción en el suministro constante de glucosa a la corriente sanguínea se traduce en una inmediata perturbación de las funciones cerebrales. El primer síntoma de perturbación mental causada por deficiencia de glucosa en el cerebro es la pérdida del control emocional.

El cerebro obtiene su glucosa de tres fuentes. Parte de ella procede de alimentos ricos en glucosa (como la uva y la miel), de los que es absorbida directamente por la sangre y transportada al cerebro. Otra fuente es la descomposición de los hidratos de carbono y su conversión en glucosa. La tercera fuente es el glucógeno que el hígado produce y almacena, a partir de la descomposición de grasas y proteínas. Cuando se agota el relativamente limitado suministro que proporcionan los alimentos ricos en glucosa y la digestión de los hidratos de carbono, el hígado convierte el glucógeno almacenado en glucosa y la segrega a la corriente sanguínea para mantener constante el aprovisionamiento del siempre activo y siempre hambriento cerebro.


La completa eliminación de las grasas en una dieta constituye la mayor aberración, pues las grasas representan una de las mejores fuentes de energía alimenticia. La grasa proporciona el triple de nergía que el azúcar y el doble que las proteínas, y su combustión es mucho más rápida y completa que la de casi cualquier otro alimento. La clave del consumo de grasas está en evitar las combinaciones de alimentos incompatibles que perjudican su digestión, como consumir las grasas junto con una proteínas concentrada. Cuando se obtienen de una correcta combinación de alimentos naturales, las grasas no engordan. Recordemos que los esquimales se alimentaban tradicionalmente de grasa animal cruda, y les iba muy bien (aunque el frío seguramente ayudaba a gastar calorías). La “potencia cerebral” exige un suministro adecuado de grasas, y las exhaustivas investigaciones del Dr. Watson establecen una clara relación entre la insuficiencia de grasas en la dieta y los trastornos mentales crónicos.

Examinemos de cerca un caso concreto descrito por el Dr. Watson en Nutrition and Your Mind. Un joven llegó a su consultorio aquejado de una depresión mental grave y claustrofobia morbosa. Tanto le asustaban los espacios cerrados que hacía más de cinco años que no lograba permanecer en su propio cuarto de baño el tiempo suficiente para darse una ducha. Al ser interrogado, el paciente reveló que su dieta cotidiana, un día sí y otro también, año tras año, se componía únicamente de tres productos: hamburguesas, café solo y leche desnatada pasteurizada. El Dr. Watson descubrió que, debido a la desnutrición crónica, las células del pacientes habían perdido por completo su capacidad de convertir los alimentos en energía. La primera medida del cotor fue establecer una dieta equilibrada a base de proteínas, grasas, hidratos de carbono, frutas y verduras frescas, suplementada con citaminas y minerales naturales, y el joven no tardó en recobrar su capacidad metabólica normal. Su depresión crónica y su claustrofobia desaparecieron total y definitivamente. En vez de perder años y derrochar una fortuna hablando con un psiquiatra, el paciente quedó curado en unas pocas semanas y con un gasto mínimo.[1]


De todos modos, un psiquiatra probablemente habría ayudado en su recuperación. Lo ideal sería buscar una solucíon integral.

Más de un 80 por ciento de los pacientes del Dr. Watson se ha curado definitivamente de prácticamente todas las formas conocidas de enfermedad mental por medio de la terapia nutricional, incluyendo unos cuantas “casos perdidos” enviados por otros psiquiatras frustrados. Y, si bien este enfoque sigue considerándose como una herejía en los círculos médicos de Occidente, ha sido siempre el tratamiento habitual en las artes curativas taoístas.

Los trabajos del Dr. Watson le llevaron a descubrir por sí mismo la tradicional “trinidad” taoísta de esencia, energía y espíritu, pero desde un punto de partida completamente científico y actual. Su comprensión de que la “esencia” (enzimas y otros nutrientes) debe proporcionar la “energía” vital necesaria para sustentar el “espíritu” (mente) queda reflejada en el siguiente párrafo de su libro:

Lo que uno come, digiere y asimila le proporciona los nutrientes productores de energía que la sangre transporta hasta el cerebro. Cualquier perturbación del suministro de nutrientes o de los sistemas productores de energía del cerebro se traduce en un trastorno del funcionamiento de éste, trastorno que puede denominarse mala salud mental”.




Y concluye el Dr. Watson: “Lo que usted come determinado su estado comental, y quién es usted”. Verdaderamente, todo esto da que pensar. [1]


[1] Extraído del libro “El Tao de la Salud, el Sexo y la Larga Vida” del autor Daniel Reid.


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