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lunes, 11 de febrero de 2013

Personajes Ignorados: Dr. Colin Campbell




Introducción

T. Colin Campbell es un bioquímico americano especializado en los efectos de la nutrición en la salud a largo plazo. Ha sido autor de más de 300 papers de investigación, y el coautor del Estudio de China (2004), uno de los best-sellers americanos sobre nutrición. También protagonizo el documental americano del 2011, "Forks Over Knives".

Campbell fue uno de los científicos líderes del estudio China-Oxford-Cornell de 1980 sobre la dieta y la enfermedad, que exploraba la relación entre la nutrición y el cáncer, y las enfermedades cardíacas y metabólicas. El estudio ha sido descrito por el New York Times como el "Gran Premio de la Epidemiología". [1]



Su Experiencia Personal


El Dr. Campbell nos cuenta su historia y sus descubrimientos sobre nutrición en su libro “El Estudio de China”. En el mismo destaca la dieta vegetariana como la más óptima para la salud del hombre y se fundamenta tanto en sus investigaciones como en investigaciones de otros científicos. En su libro nos relata toda su experiencia:

Hace más de cuarenta años, al inicio de mi carrera, jamás hubiera adivinado que la alimentación estubiera tan estrechemanete relacionada con los problemas de salud. Durante años no me preocupé demasiado en pensar cuáles alimentos eran más adecuados. Me limité a comer lo mismo que todo el mundo: lo que me decían que era bueno.

Me crié en una granja de vacas lecheras y la leche era esencial en nuestra vida diaria. En la escuela nos enseñaron que la leche de vaca fortalecía nuestros huesos y nuestros dientes. Era el alimento más perfecto de la naturaleza. En nuestra granja producíamos la mayoría de nuestros alimentos en el huerto y en las pasturas.

Yo fui el primero de mi familia en ir a la universidad. Mi tesis de doctorado en Cornell pretendía encontrar formas mejores de conseguir que los carneros y los corderos se desarrollaran más rápido. Mi intención era superar nuestra capacidad para producir proteínas animales, la piedra angular de lo que, según me habían enseñado, era la buena nutrición.

Cuando me fui de MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) para ocupar un puesto en el Virgina Tech, me dediqué a coordinar la asistencia técnica de un proyecto nacional en Filipinas que trabajaba con niños malnutridos. Una parte de ese proyecto se convirtió en una investigación sobre la prevalencia inusualmente elevada de cáncer de hígado (usualmente una enfermedad de adultos) entre los niños filipinos. Se pensaba que la causa de este problema era el gran consumo de aflatoxina, una toxina producida por un tipo de moho y detectada en los cacahuetes y el maíz. La aflatoxina ha sido definida como uno de los agentes cancerígenos más potentes que se conozcan.

Durante diez años, nuestro objetivo principal en Filipinas fue mitigar la malnutrición infantil de los menos favorecidos. El objetivo de todos esos esfuerzos era muy simple: asegurarnos de que los niños ingirieran la mayor cantidad posible de proteínas. Se creía que gran parte de la malnutrición infantil del mundo se debía a la falta de proteínas en la dieta y, en especial, de proteínas de origen animal.

No obstante, en este proyecto descubrí un oscuro secreto. Los niños cuyas dietas tenían la mayor cantidad de proteínas eran las que más probabilidades tenían de contraer cáncer de hígado! Y esos niños pertenecían a las familias más pudientes.

Más tarde leí un informe de una investigación realizada en la India. Dos investigadores indios habían hecho ensayos con dos grupos de ratas. Administraban aflatoxina (sustancia cancerígena) a los animales de uno de los grupos y luego les ofrecían una dieta compuesta por un 20% de proteínas, un nivel cercano al que consumimos muchos occidentales. A los animales del segundo grupo les administraban la misma cantidad de aflatoxina pero su dieta contenía sólo un 5% de proteínas. Por increíble que parezca, los que consumían la dieta con un 20% de proteínas desarrollaban cáncer de hígado y los que consumían la dieta con un 5% de proteínas no contraían la enfermedad. El resultado era de 100 a 0, de modo que no había ninguna duda: la nutrición frenaba los agentes cancerígenos químicos, incluso los más potentes, y controlaba el cáncer.
Esta información contradecía todo lo que me habían enseñado. Afirmar que las proteínas no eran saludables era una verdadera herejía, con más razón sostener que promovían el cáncer. Fue un momento definitivo en mi carrera. Investigar un tema tan subersivo en los primeros años de mis estudios no fue una elección muy sensata. Al cuestionar las proteínas y los alimentos de origen animal, corría el riesgo de ser considerado un hereje, incluso aunque pasara la prueba y el trabajo fuera considerado como buena ciencia.

De manera que, enfrentado a una decisión difícil, decidí poner en marcha un exhaustivo programa de laboratorio para investigar el papel de la nutrición, en especial la de las proteínas, en el desarrollo del cáncer. Ciñéndome escrupulosamente a las reglas estrictamente científicas, conseguí estudiar un tema muy controvertido sin provocar respuestas viscerales derivadas de ideas radicales. Finalmente, las fuentes de financiación más competitivas y mejor consideradas tuvieron la generosidad de financiar esta investigación durante veintisiete años. Más adelante, nuestros resultados fueron revisados (por segunda vez) antes de publicarlos en muchas de las mejores publicaciones científicas.

Lo que descubrimos fue impactante. Las dietas bajas en proteínas inhibían el desarrollo del cáncer producido mediante la administración de aflatoxinas, independientemente de la cantidad de este carcinógeno que se administrara a los animales. Una vez iniciada la enfermedad, las dietas bajas en proteínas conseguían bloquear notoriamente su evolución. En otras palabras, los efectos cancerígenos de esta poderosa sustancia química se tornaban insignificantes gracias a una dieta baja en proteínas. De hecho, las proteínas de la dieta demostraron tener efectos tan potentes que podíamos promover o detener el desarrollo del cáncer por el mero hecho de modificar la cantidad de proteínas consumidas.

Más aún, las administradas en los animales eran las mismas que los humanos consumen de manera habitual. Nunca empleamos niveles extraordinariamente altos, como suele ser el caso en la mayoría de los estudios sobre carcinógenos.

Pero eso no es todo. También descubrimos que no todas las proteínas producían este efecto. Considerando todas las proteínas, ¿cuál de ellas era la causa más determinante del cáncer? La caseína, que comprende el 87% de las proteínas de la leche de vaca, favorecía todas las etapas del proceso canceroso. ¿Qué tipo de proteína no promovía el cáncer, ni siquiera al ingerirlas en grandes cantidades? Las proteínas seguras eran las vegetales, incluidas las del trigo y la soja. Cuando comencé a vislumbrar este panorama, al principio se convirtió en un desafío, pero más adelante hizo añicos algunas de mis más férreas convicciones.

Los estudios experimentales con animales no terminaron allí. Más adelante dirigí el estudio más completo sobre dieta, estilo de vida y enfermedad que jamás se haya realizado con seres humanos en la historia de la investigación biomédica. Fue una tarea de enormes proporciones organizada de forma conjunta por la Universidad de Cornell, la Universidad de Oxford y la Academia China de Medicina Preventiva. El periódico New York Times la denominó el Gran Premio de la Epidemiología. Este proyecto estudió una amplia gama de enfermedades y de factores relacionados con la dieta y el estilo de vida en la China rural y, más recientemente, en Taiwán. Popularmente conocido como El Estudio de China, este proyecto encontró ¡más de ocho mil correlaciones estadísticamente significativas entre diversos factores de la dieta y la enfermedad!

El motivo por el cual este proyecto es particularmente notorio es que de entre todas las asociaciones que demostraron ser relevantes para la dieta y la enfermedad, muchas apuntaban al mismo descubrimiento: las personas que ingerían una mayor cantidad de alimentos de origen animal contraían las dolencias más crónicas. Incluso ingestas relativamente pequeñas de alimentos de origen animal se vinculaban a efectos adversos. Los individuos que consumían alimentos de origen vegetal eran los más sanos y menos propensos a enfermedades crónicas.

No podía (y, de hecho, no lo hice) ceñirme a los hallazgos de nuestros estudios con animales ni del monumental estudio de China con personas, a pesar de lo impresionantes que pudieran ser. También me dediqué a conocer los descubrimientos de otros médicos e investigadores que han demostrado ser algunos de los hallazgos más emocionantes de los últimos cincuenta años.

Dichos hallazgos prueban que las enfermedades cardíacas, la diabetes y la obesidad se pueden revertir mediante una dieta sana. Otra investigación demuestra que diversos tipos de cáncer, las enfermedades autoinmunes, la salud de los huesos y de los riñones, así como los trastornos cerebrales y de la vista en la vejez están influidos por la dieta. Y lo más importante, se ha demostrado una y otra vez que la dieta que es capaz de revertir o prevenir dichas dolencias es la misma dieta vegetariana y de alimentos integrales que, basándome en mis investigaciones en el laboratorio y en El Estudio de China, yo había identificado como la dieta que favorece una salud óptima. Los hallazgos son consistentes”.

viernes, 4 de enero de 2013

Personajes Ignorados: John Henry Tilden



J. H. Tilden, el Padre de la Filosofía Toxémica


John Henry Tilden (1851-1940) fue un médico estadounidense, hijo del Dr. Joseph Tilden. Nació el 21 de Enero de 1851 en Van Burenburg, Illinois. Recibió su educación médica en el Eclectic Medical Institute en Cincinnati, Ohio, una escuela médica fundada en 1830 en contra de de las escuelas médicas alopáticas y homeopáticas de aquel tiempo. Se graduó en 1872, con el grado de doctor en medicina.

Comenzó su práctica médica en Nokomis, Illinois, luego por un año en St. Louis, Missouri, y luego en Litchfield, Illinois, hasta 1890, cuando se mudó a Denver, Colorado. En Denver se ubicó en la sección comercial del centro de la ciudad, en una oficina con otros doctores. Luego estableció un sanatorio en una sección apartada de la ciudad. Condujo dicho sanitario y escuela hasta 1924, cuando vendió la institución, por cerca de la mitad del precio que le costó desarrollarla, con la intención de dedicarse a escribir y estudiar. Sin embargo, pronto comenzó a sentirse descontento sin su escuela y luego de un tiempo compró dos residencias en Denver, uniéndolas y abriendo un nuevo sanatorio y escuela. Para esto tuve que pedir prestado dinero a un amigo. Esto fue probablemente en 1926. Dicha escuela continúo hasta su muerte en 1940.

Fue en sus primeros años de práctica en Illinois que comenzó a cuestionar el uso de la medicina para curar la enfermedad. Su lectura extensiva, especialmente de estudios médicos de escuelas europeas, y su propio razonamiento, lo llevaron a la conclusión que debería existir alguna forma de vivir sin desarrollar enfermedad, y en este tiempo comenzaron a formularse y materializarse sus pensamiento sobre la toxemia. Desde el comienzo de su práctica en Denver, no usó medicamentos, sino que practicó su teoría de limpieza del cuerpo del veneno tóxico y así permitir a la naturaleza que cure, enseñando a sus pacientes a vivir de tal forma de no causar una condición tóxica y mantener un cuerpo sano y libre de enfermedad. Como realista y estricto que fue, no perdía el tiempo en aquellos que no cambiaban sus hábitos degenerativos, pero era para sus pacientes y discípulos tanto un mentor como un amigo.

En 1900, comenzó la publicación de una revista mensual llamada “The Stuffed Club”, la cual continuó hasta 1915, cuando cambió el nombre a “The Philosophy of Health” (La Filosofía de la Salud), y vuelto a cambiar en 1926 a “Health Review and Critique” (Revisión y Crítica de la Salud). Sus escritos de dicha publicación fueron casi completamente hechos en las primeras horas de la mañana, desde las 3 a las 7. El propósito de la publicación no era hacer dinero sino expandir el conocimiento de sus enseñanzas. En su tiempo tuvo gran circulación, y no sólo en el país, incluso en Australia, pero nunca produjo réditos, ya que el doctor rechazó las publicidades.

Su vida fue una de devoción al servicio y autosacrificio, búsqueda de la verdad, con una voluntad inquebrantable y con una intensa fortaleza para adherirse a la verdad descubierta. En sus días, sus palabras no han recibido el crédito de la profesión médica establecida, sino que la relación ha sido de gran oposición y condenación. [1]


La Toxemia



En 1926, el Dr. Tilden publicó un libro con respecto a su investigación extensiva sobre la causa subyacente de la enfermedad, llamado “Toxemia Explained: The True Interpretation of the Cause of Desease” (La Toxemia Explicada: La Verdadera Interpretación de la Causa de la Enfermedad).

En dicho libro define la filosofía de la toxemia y el método toxémico. La toxemia es la acumulación de tóxicos en el organismo debido a que un sistema nervioso debilitado es incapaz de eliminar dichos tóxicos de forma natural, permitiendo así su acumulación. Explica en su libro:

“La diferencia entre el método toxémico y la medicina convencional, resumida de forma breve es la siguiente: la toxemia es un sistema que se basa en la verdadera causa de la enfermedad (es decir, la toxemia). Antes de que se genere toxemia, la inmunización natural nos protege de los gérmenes, parásitos y todas las vicisitudes físicas.

Las toxinas son un subproducto tan constante y necesario como la vida misma. Cuando el estado del organismo es normal, se generan y se eliminan tan rápido como se generan. Desde que se producen hasta que se eliminan son acarreadas por la sangre: de aquí, que el organismo nunca esté libre de toxinas en la sangre. Cuando el organismo está enervado, el proceso de eliminación se paraliza. Entonces, la cantidad retenida produce una estimulación excesiva (tóxica) que puede ir desde un ligero exceso a una cantidad tal que provoque la muerte.

El tratamiento es tan simple que sorprende a aquellos que creen en las curaciones. Descubra de qué forma está gastando la energía nerviosa y deje de hacerlo (evite todas las pérdidas de energía nerviosa). Por ejemplo: deje de preocuparse, deje de fumar, deje los estimulantes, controle su temperamento, no coma tan rápido, no se permita a sí mismo ponerse nervioso. Dejar un hábito enervador es muy beneficioso; sin embargo, una buena salud no permite ningún hábito enervador en absoluto”.

Queda claro entonces que la verdadera curación no será a través de alguna cura o medicamente milagroso, sino gracias a cambios de nuestros hábitos de vida perjudiciales que nos llevaron a la enfermedad en el primer lugar. Según el Dr. Tilden, el estado natural del cuerpo es el de salud y son los malos hábitos de vida los que producen la enfermedad. La cura no existe, sólo podemos ayudar a que el cuerpo se cure a sí mismo permitiendo su normal depuración, principalmente a través de ayunos y reposo.

También resalta la importancia de los malos hábitos mentales y emocionales, y no sólo físicos. Los pensamientos negativos, las emociones negativas (miedo, angustia, envidia, ira), todos contribuyen a un debilitamiento del organismo. Podríamos deducir nosotros que los buenos pensamientos y las emociones positivas quizás tengan una acción opuesta de recarga del organismo, permitiendo su curación y normal funcionamiento. Tan importante como una correcta alimentación es entonces también mantenerse lo más relajados posibles durante el día, para no malgastar nuestra energía nerviosa.

Algunos personajes modernos inspirados en su trabajo son el Dr. Bieler y Harvey Diamond, el autor del libro “La Antidieta”.

Terminamos el artículo con su libro para descargar en inglés y español...

Toxemia Explained (libro en inglés)

La Toxemia (libro en español)



[2] Extraído del libro “Toxemia Explained” de J. H. Tilden.

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