Quinientos
años antes del nacimiento de Cristo, un misterioso grupo de eruditos
formaron comunidades para practicar una antigua enseñanza cuyo
origen se remontaba a tiempos anteriores a la historia tal como
nosotros la conocemos. Denominados todos ellos esenios, en
realidad eran varias sectas entre las que se incluían los nazireos y
los ebionitas. Los eruditos romanos y judíos se referían a los
esenios como “una raza en sí misma, que sobresalía más que
ninguna otra en el mundo”. En los escritos antiguos se encuentran
fragmentos de sus tradiciones, como los glifos sumerios, que datan
del 4000 a.C. En este antiguo linaje de sabiduría se pueden
encontrar elementos de prácticamente todos los sistemas de creencias
importantes del mundo, incluyendo los de China, Tibet, Egipto, India,
Palestina, Grecia y el sudoeste americano. Además, muchas de las
grandes tradiciones del mundo occidental tienen sus raíces en el
mismo tronco de información, entre las que se encuentran los
masones, los gnósticos, los cristianos y los cabalistas.
También
conocidos como “los elegidos” y los “los escogidos”, los
esenios fueron el primer pueblo que condenó abiertamente la
esclavitud, el uso de sirvientes y matar a los animales para comer.
Dado que veían el trabajo físico como una comunión con la tierra,
eran agricultores y vivían cerca de los campos que los alimentaban.
Los esenios consideraban la oración como el lenguaje a través del
cual honraban a la naturaleza y a la inteligencia creativa del
cosmos; no hacían diferencia entre ambos. Oraban con regularidad. La
primera oración del día tenía lugar al levantarse en la oscuridad
anterior al alba para ir a trabajar al campo. A continuación oraban
antes y después de cada comida, y luego una vez más al retirarse al
final del día. Consideraban su práctica de orar como una
oportunidad de participar en el proceso creativo de sus vidas, en
lugar de un ritual estructurado que se había de realizar durante el
día.
Vegetarianos
estrictos según las pautas actuales, las comunidades esenias se
absternían de consumir carne fresca, alimentos derivados de la
sangre y líquidos fermentados. Quizás una de las explicaciones más
claras de su dieta se pueda encontrar en el siguiente pasaje de los
manuscritos del Mar Muerto: “No mates el alimento que te llevas a
la boca. Pues si comes alimento vivo, este te dará vida, pero si
matas tu comida, el alimento muerto también te matará. Pues la vida
sólo procede de la vida, y la muerte siempre viene de la muerte.
Todo aquello que mate tus alimentos, también mata tu cuerpo”. Su
estilo de vida les permitía llegar a edades avanzadas, hasta los 120
años o más, con vitalidad y mucha resistencia.
Los
esenios eran meticulosos eruditos, registraban y documentaban sus
tradiciones para unas generaciones futuras que sólo podían
imaginar. Puede que el mejor ejemplo de su obra se encuentre en las
bibliotecas ocultas que dejaron por todo el mundo. Al igual que
cápsulas del tiempo metódicamente situadas, sus manuscritos
proporcionan instantáneas del pensamiento de un pueblo antiguo y de
una sabiduría olvidada. ¿Cuál es su mensaje para nosotros?
Fuente:
Extraído del libro “El Efecto Isaías” de Gregg Braden.
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