Una
maleza ha sido definida como “cualquier planta que insiste en
crecer donde el agricultor quiere que crezca otra planta. Se trata de
una planta que está fuera de lugar, según el criterio de una
persona, pero según el buen criterio de la naturaleza está
perfectamente en su lugar”.
Se
sabe que la avena fue originariamente una maleza de los trigales. Se
hizo tan abundante que, finalmente, el hombre se dio cuenta que en
lugar de eliminarla era mejor cultivarla.
Antes
que se inventara la agricultura en la Mesopotamia, hacia unos 10.000
años, el ser humano era cazador y recolector. Tenía buen
conocimiento de los recursos que le ofrecía la naturaleza, y los
aprovechaba. Hoy, en los países “civilizados”, ese conocimiento
se perdió en buena medida y son los botánicos (etnobotánicos) los
que se esfuerzan por recuperarlos.
Dos
momias muy bien conservadas en turberas de Dinamarca dieron buena
pauta de lo que el hombre de la Edad de Hierro ingería: en sus
estómagos se hallaron restos de 66 especies de plantas, entre las
cuales había semillas de 11 especies. O sea que nuestros antepasados
tenían una dieta mucho más variada que la que hoy en día usamos.
El comercio mundial, según la FAO, se realiza sobre la base de unas
110 especies, siendo las más importantes, el trigo, maíz, papa,
etcétera y las frutas más comunes. Sin embargo, los etnobotánicos
tienen registradas más de 17.000 especies comestibles, a nivel
mundial. Y se sospecha que deben ser más de 60.000 las que realmente
existen. Usamos unas 150 especies, o sea, menos del 1% de lo que nos
ofrece la naturaleza.
Esto
se debe, primeramente, a que somos “reaccionarios”: nos
resistimos a incorporar nuevos alimentos, a probar nuevos sabores o
nuevas recetas. Después del descubrimiento de América, a los
europeos les costó siglos aceptar la papa como alimento cotidiano
(creían que era venenosa), como a muchos de nosotros nos cuesta
salir de los fideos y la carne.
En
el Cono Sur de Sudamérica hay registradas más de 500 “malezas”
comestibles, varias de las cuales no sólo son tanto o más
apetitosas que las plantas cultivadas sino, además, más nutritivas.
La gente poco informada las considera malas hierbas y no les presta
atención. México, en el Nuevo Mundo, e India en el Viejo Mundo, son
quizás los países que más conservan las viejas tradiciones: dichas
“malezas” se venden en los mercados, y son muy apreciadas.
Algunas, incluso, son cultivadas, como la verdolaga. En Italia la
gente sale los fines de semana a juntar achicoria y hongos. En los
buenos supermercados de España se venden, muy elegantemente
empaquetados, troncos pelados de cardo silvestre, así como
espárragos silvestres. En los EEUU se comercializa el Diente de
León, que nosotros despreciamos.
Fuente: Malezas Comestibles de Cono Sur (INTA)
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