Buenas!
Hoy quiero compartir con ustedes algo de información sobre este gran
alimento. Seguramente ya han escuchado de todas las propiedades que
tiene el ajo para la salud pero dado su gran aporte terapéutico está
bueno volver a escucharlo (o leerlo). Empecemos con un poco de su
historia con la humanidad, con nosotros.
Origen
El
origen del ajo parece remontarse a los países de Asia Central, desde
donde una de sus variedades endémicas, Allium longicuspic, se
propagó hacia el Mar Mediterráneo. Los primeros vestigios que se
conservan de la utilización del ajo para el consumo o como medicina
natural se remontan al tercer milenio a.C., en la India y el Antiguo
Egipto.
Los
habitantes ribereños de países del Mediterráneo como Grecia,
tomaban ajos desde tiempos muy remotos, no obstante existían
numerosos templos que vetaban la entrada de aquellos que hubieran
ingerido este alimento debido a su mal aliento (algunos de estos
templos eran los consagrados a la diosa Cibeles).
Durante
los siglos de dominio romano en la zona (desde el siglo III a.C.
hasta el siglo IV d.C.) el ajo comenzó a formar parte de la dieta
cotidiana como condimento en sus cocinas, siendo además una de las
primeras culturas agrónomas que lo cultivó para su producción.
También era empleado como alimento energético, antiséptico y
vigorizante para las tropas de asalto.
Las
propiedades curativas de los ajos hicieron que durante el imperio
bizantino, ya en la Edad Media, se siguiera utilizando en la
farmacopea para tratar úlceras, dolor de oídos y neutralizar
algunos venenos.
Durante
el siglo VII la benedictina Escuela de Salerno lo incluyó entre los
medicamentos más respetados, iniciando así una de las épocas
doradas en la utilización de esta hortaliza. Su papel preponderante
como alimento de prevención para ciertas enfermedades como la peste
llegaría hasta el Renacimiento (siglos XV-XVI).
De
la mano de los españoles, a finales del siglo XV, el ajo entraría
en el continente americano como producto de condimentación, si bien
su cultivo no se encuentra extendido. En España, al igual que
previamente había pasado en Grecia, el ajo comenzó a consumirse con
una doble medida de popularidad: un buen condimento para ensalzar
sabores en las comidas y un mal acompañante en el aliento de los
caballeros, incluso estando vedado para estos últimos durante parte
del siglo XIV. Tres siglos más tarde Miguel de Cervantes reflejaría
esta circunstancia en El Quijote aconsejando al escudero Sancho Panza
«No comas ajos ni cebollas porque no saquen por el olor tu
villanía».
Durante
los siglos XIX y XX el ajo volvió a contar como alimento de primer
orden en Italia, España y Francia (actualmente España es la primera
productora Europea y cuarta mundial). Precisamente en el país Galo
el poeta y premio Nobel Fréderic Mistral defendería este alimento
con versos como «El ailloli concentra en su esencia todo el calor,
la fuerza y la alegría del sol de Provenza, pero tiene además otra
virtud, ahuyenta las moscas. Quienes no gusten de él, aquellos a
quienes nuestro aceite les irrita la garganta, que no venga a
mosconear a nuestro alrededor, así quedaremos en familia». [1]
Composición
Nutricional
Tres
dientes de ajo proveen 13 calorías, 3g de carbohidratos, 0.6g de
proteínas, 0g de grasa, 0.2g de fibra dietaria, 3mg de vitamina C,
36mg de potasio, 2mg de sodio, 14mg de fósforo, 16mg de calcio y 2mg
de magnesio
.
El
ajo es una excelente fuente de manganeso, una buena fuente de
vitamina B6 y vitamina C, y una buena fuente de selenio. [2]
El
ajo también contiene betacarotenos, zinc y folatos, junto con la
alicina, un compuesto químico responsable de su olor y gusto que es
liberado sólo cuando el ajo es triturado o cortado. [3]
Aspectos
Terapéuticos
El
ajo es un miembro de la familia de las cebollas, miembros todos que
son ricos en una variedad de compuestos poderosos sulfurados,
incluyendo tiosulfinatos, sulfóxidos y dithiins [4] (compuestos
responsables tanto del olor característico del ajo así como de sus
efectos promotores de la salud).
Los
compuestos sulfurados en el ajo parecen estimular la producción de
óxido nítrico en los revestimientos de los vasos sanguíneos, que
ayuda a relajarlos, lo que podría bajar la presión sanguínea. El
ajo también es rico en antioxidantes. [1]
El
ajo contiene la fibra vegetal inulina, una fibra insoluble que ayuda
a bajar el colesterol y la glucosa en sangre. También encontrada en
la achicoria, las cebollas y los puerros, la inulina aumenta las
bacterias benéficas en el intestino y mejora la absorción del
hierro y el calcio, de acuerdo a los fisiólogos del USDA
(Departamento de Agricultura USA).
Para
combatir resfríos, enfermedades cardíacas y peores, existen pocos
alimentos mejoradores del sistema inmunitario como el Allium Sativum
(ajo). El ajo inhibe 72 diferentes tipos de agentes infecciosos,
bacterias, hongos y virus, incluyendo aquellos que causan el resfrío
común, así como la cándida y los parásitos. El ajo puede proteger
contra la bacteria ulcerosa, H. pylori, y ayuda a detoxificar metales
pesados como el plomo, cadmio y mercurio. Un metaanálisis de
estudios en la University of North Carolina mostró que comer 10
dientes de ajo por semana reducía los riesgos de cáncer de colon en
un 30% y del estómago en un 50%. Estudios en el New York University
Medical Center en los '80 mostraron que el aceite de ajo podría
enlentecer el desarrollo del cáncer de piel. [3]
Consejos
[3]
- El ajo tiene efectos anticoagulantes como la aspirina. Úsalo conservadoramente si estás bajo medicación anticoagulante, y verifica con tu médico.
- La inulina del ajo puede causar flatulencias, especialmente si tu dieta tiene pocos alimentos con inulina. Comienza con pequeñas cantidades y aumentándolas gradualmente.
- Consigue tu dosis diaria de alicina sin que te quede un mal sabor en la boca. Corta uno o dos dientes de ajo en pequeños trozos, mastícalos, y tómalos con un vaso de jugo de naranja. Esto permite que vaya directo a tu flujo sanguíneo.
- Prepáralo apropiadamente. Siempre tritura el ajo y déjalo asentarse por unos minutos para permitir que se liberen sus enzimas terapéuticas, según recomiendan los científicos del USDA. Nunca pases el ajo por el microondas, esto neutraliza su efecto anticoagulante. Si lo usas en comidas cocidas, agrégalo al final.
- Escoja bulbos que no tienen brotes ni pierden piel.
- Almacénalo a temperatura ambiente para prevenir el brotado.
[2]
Extraído del libro “The 200 Superfoods That Will Save Your Life”
(Los 200 Superalimentos que Salvarán tu Vida) de Deborah Klein.
[3]
Extraído del libro “Super Inmunity Foods” de Frances Sheridan
Goulart.
[4]
En inglés, desconozco la traducción.
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