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miércoles, 13 de febrero de 2013

Alimentos Infaltables: Ajo




Buenas! Hoy quiero compartir con ustedes algo de información sobre este gran alimento. Seguramente ya han escuchado de todas las propiedades que tiene el ajo para la salud pero dado su gran aporte terapéutico está bueno volver a escucharlo (o leerlo). Empecemos con un poco de su historia con la humanidad, con nosotros.


Origen


El origen del ajo parece remontarse a los países de Asia Central, desde donde una de sus variedades endémicas, Allium longicuspic, se propagó hacia el Mar Mediterráneo. Los primeros vestigios que se conservan de la utilización del ajo para el consumo o como medicina natural se remontan al tercer milenio a.C., en la India y el Antiguo Egipto.

Los habitantes ribereños de países del Mediterráneo como Grecia, tomaban ajos desde tiempos muy remotos, no obstante existían numerosos templos que vetaban la entrada de aquellos que hubieran ingerido este alimento debido a su mal aliento (algunos de estos templos eran los consagrados a la diosa Cibeles).
Durante los siglos de dominio romano en la zona (desde el siglo III a.C. hasta el siglo IV d.C.) el ajo comenzó a formar parte de la dieta cotidiana como condimento en sus cocinas, siendo además una de las primeras culturas agrónomas que lo cultivó para su producción. También era empleado como alimento energético, antiséptico y vigorizante para las tropas de asalto.

Las propiedades curativas de los ajos hicieron que durante el imperio bizantino, ya en la Edad Media, se siguiera utilizando en la farmacopea para tratar úlceras, dolor de oídos y neutralizar algunos venenos.
Durante el siglo VII la benedictina Escuela de Salerno lo incluyó entre los medicamentos más respetados, iniciando así una de las épocas doradas en la utilización de esta hortaliza. Su papel preponderante como alimento de prevención para ciertas enfermedades como la peste llegaría hasta el Renacimiento (siglos XV-XVI).

De la mano de los españoles, a finales del siglo XV, el ajo entraría en el continente americano como producto de condimentación, si bien su cultivo no se encuentra extendido. En España, al igual que previamente había pasado en Grecia, el ajo comenzó a consumirse con una doble medida de popularidad: un buen condimento para ensalzar sabores en las comidas y un mal acompañante en el aliento de los caballeros, incluso estando vedado para estos últimos durante parte del siglo XIV. Tres siglos más tarde Miguel de Cervantes reflejaría esta circunstancia en El Quijote aconsejando al escudero Sancho Panza «No comas ajos ni cebollas porque no saquen por el olor tu villanía».

Durante los siglos XIX y XX el ajo volvió a contar como alimento de primer orden en Italia, España y Francia (actualmente España es la primera productora Europea y cuarta mundial). Precisamente en el país Galo el poeta y premio Nobel Fréderic Mistral defendería este alimento con versos como «El ailloli concentra en su esencia todo el calor, la fuerza y la alegría del sol de Provenza, pero tiene además otra virtud, ahuyenta las moscas. Quienes no gusten de él, aquellos a quienes nuestro aceite les irrita la garganta, que no venga a mosconear a nuestro alrededor, así quedaremos en familia». [1]


Composición Nutricional


Tres dientes de ajo proveen 13 calorías, 3g de carbohidratos, 0.6g de proteínas, 0g de grasa, 0.2g de fibra dietaria, 3mg de vitamina C, 36mg de potasio, 2mg de sodio, 14mg de fósforo, 16mg de calcio y 2mg de magnesio
.
El ajo es una excelente fuente de manganeso, una buena fuente de vitamina B6 y vitamina C, y una buena fuente de selenio. [2]

El ajo también contiene betacarotenos, zinc y folatos, junto con la alicina, un compuesto químico responsable de su olor y gusto que es liberado sólo cuando el ajo es triturado o cortado. [3]


Aspectos Terapéuticos


El ajo es un miembro de la familia de las cebollas, miembros todos que son ricos en una variedad de compuestos poderosos sulfurados, incluyendo tiosulfinatos, sulfóxidos y dithiins [4] (compuestos responsables tanto del olor característico del ajo así como de sus efectos promotores de la salud).
Los compuestos sulfurados en el ajo parecen estimular la producción de óxido nítrico en los revestimientos de los vasos sanguíneos, que ayuda a relajarlos, lo que podría bajar la presión sanguínea. El ajo también es rico en antioxidantes. [1]

El ajo contiene la fibra vegetal inulina, una fibra insoluble que ayuda a bajar el colesterol y la glucosa en sangre. También encontrada en la achicoria, las cebollas y los puerros, la inulina aumenta las bacterias benéficas en el intestino y mejora la absorción del hierro y el calcio, de acuerdo a los fisiólogos del USDA (Departamento de Agricultura USA).

Para combatir resfríos, enfermedades cardíacas y peores, existen pocos alimentos mejoradores del sistema inmunitario como el Allium Sativum (ajo). El ajo inhibe 72 diferentes tipos de agentes infecciosos, bacterias, hongos y virus, incluyendo aquellos que causan el resfrío común, así como la cándida y los parásitos. El ajo puede proteger contra la bacteria ulcerosa, H. pylori, y ayuda a detoxificar metales pesados como el plomo, cadmio y mercurio. Un metaanálisis de estudios en la University of North Carolina mostró que comer 10 dientes de ajo por semana reducía los riesgos de cáncer de colon en un 30% y del estómago en un 50%. Estudios en el New York University Medical Center en los '80 mostraron que el aceite de ajo podría enlentecer el desarrollo del cáncer de piel. [3]


Consejos [3]


  • El ajo tiene efectos anticoagulantes como la aspirina. Úsalo conservadoramente si estás bajo medicación anticoagulante, y verifica con tu médico.
  • La inulina del ajo puede causar flatulencias, especialmente si tu dieta tiene pocos alimentos con inulina. Comienza con pequeñas cantidades y aumentándolas gradualmente.
  • Consigue tu dosis diaria de alicina sin que te quede un mal sabor en la boca. Corta uno o dos dientes de ajo en pequeños trozos, mastícalos, y tómalos con un vaso de jugo de naranja. Esto permite que vaya directo a tu flujo sanguíneo.
  • Prepáralo apropiadamente. Siempre tritura el ajo y déjalo asentarse por unos minutos para permitir que se liberen sus enzimas terapéuticas, según recomiendan los científicos del USDA. Nunca pases el ajo por el microondas, esto neutraliza su efecto anticoagulante. Si lo usas en comidas cocidas, agrégalo al final.
  • Escoja bulbos que no tienen brotes ni pierden piel.
  • Almacénalo a temperatura ambiente para prevenir el brotado.


[2] Extraído del libro “The 200 Superfoods That Will Save Your Life” (Los 200 Superalimentos que Salvarán tu Vida) de Deborah Klein.
[3] Extraído del libro “Super Inmunity Foods” de Frances Sheridan Goulart.
[4] En inglés, desconozco la traducción.

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