La
tradicional visión oriental de la salud abarca la totalidad como
punto de partida. Reconoce al universo como un campo de energía y
todo cuanto contiene como manifestaciones de la energía en
diferentes formas. Los seres humanos son parte ínfima de su entorno,
y dependen de él tanto como influyen en él. El principio
fundamental de la medicina oriental es vivir en armonía con la
naturaleza.
El
foco de atención en la medicina oriental se dirige a descubrir cómo
mantener la armonía dentro del cuerpo y con el mundo externo. Las
emociones y los estilos de vida se reconocieron como factores
coadyuvantes de la salud y la enfermedad.
La
energía universal, llamada Chi, fluye dentro del cuerpo formando una
matriz que liga los órganos vitales con todas las demás partes. En
el tratamiento, el énfasis se pone en restaurar la armonía del Chi
dentro del cuerpo. La tarea del médico tiene dos caras: interpretar
la causa y luego aconsejar sobre el apropiado reajuste del estilo de
vida, y encontrar los medios para restaurar las funciones del
organismo.
Yin
y Yang
Yin
y Yang son conceptos centrales de la filosofía China. La teoría del
Yin y el Yang se elaboró en los antiguos y famosos libros chinos de
adivinación, El Libro de las Mutaciones (I Ching), que en su primera
versión data del segundo milenio a.C. En este libro, el Yang se
representaba por una línea continua y firme que señalaba la
dirección y el movimiento, y el Yin por una línea interrumpida o
sumisa que indica el espacio y la quietud. Estas líneas se
combinaban de tres en tres en ocho grupos, simbolizando todas las
permutaciones básicas de las fuerzas y fenómenos naturales.
Las
tres líneas juntas del Yang representaban el “Cielo”, el
arquetipo Yang de lo creativo, del principio activo. Las tres líneas
del Yin representaban la “Tierra”, el principio receptivo o
pasivo. El yang se consideraba masculino y el Yin femenino, y toda la
vida dependía de la interacción armoniosa de los dos.
A
diferencia de la idea de los opuestos, las cualidades opuestas del
Yin y el Yang se ven como complementarias. Cuando el Yin decae, el
Yang se expande y viceversa, pero no hay absolutos. Como todo tiene
características Yin y Yang en diversa gradación, las cosas sólo
pueden ser Yin o Yang por la relación que hay entre ellas. Por
ejemplo, el agua es Yang con respecto al hielo por ser más activa,
pero es Yin con respecto al vapor, más expansivo.
El
Chi: Energía Vital
El
Chi surge de la interacción del Yin y del Yang y es la sustancia
primordial del universo; abarca lo material e inmaterial. En su forma
más pura es sutil y rarificado, es una sustancia sin forma. Es más
Yang. La materia, por su parte, es una forma condensada decadente del
Chi. Es más Yin.
El
cuerpo depende del Chi, de la sangre y de otras sustancias
esenciales, que cambian, fluyen y circulan. Dentro del cuerpo el Chi
circula por canales llamados Meridianos, sin forma material. El chi y
la sangre se sustentan y complementan mutuamente. La sangre necesita
del Chi para mantenerse en movimiento. El Chi necesita de la sangre
para alimentar a los órganos que genera. “El Chi es el rector de
la sangre; la sangre es la madre del Chi.”[1]
La
Mente
Los
chinos concebían el espíritu, o Mente, como una sustancia muy
rarificada (más sutil o Yang) del cuerpo, la más yang de todas,
asociada con la conciencia, la inteligencia y la voluntad. Se creía
que los diversos aspectos del Espíritu se alojaban en los órganos
yin.
Los
Meridianos
El
logro supremo de la medicina tradicional china fue, quizá, que
percibiera los órganos internos como centros de transformación y
distribución que organizaban literalmente todo el cuerpo. Esta
organización se hace mediante el sistema de canales que transportan
el Chi a todas partes. Fluye desde dentro y llega cerca de la
superficie corporal. La condición interna del cuerpo se refleja en
el exterior, el trabajo sobre el exterior puede afectar al interior
(zonas reflejas). Que se pueda movilizar el Chi del interior del
cuerpo por medio de un tratamiento externo (masajes, acupuntura) es
consecuencia de la continuidad de la red de energía del interior y
el exterior.
Los
doce canales (meridianos) importantes o primarios están dominados
por las influencias del Cielo o, alternativamente, de la Tierra y,
según como sea, fluirán hacia abajo desde el Cielo (Yang) o hacia
arriba desde la Tierra (Yin). Los órganos yin y yang se
complementan: cada órgano yin se empareja con un órgano yang.
Los
Cinco Elementos
La
teoría del Yin-Yang no fue la única que sirvió para que los
antiguos chinos interpretaran al mundo. Otro sistema por el cual se
consideraba que todos los fenómenos eran una de las cinco
manifestaciones resultantes de la tranformación del Chi, se llamo la
Teoría de los Cinco Elementos, representados simbólicamente como
Agua, Fuego, Madera, Metal y Tierra.
Se
estableció correspondencias entre los cinco elementos con los
órganos del cuerpo, sentidos, colores, sabore, emociones, estación
del año, clima, etc. Se establecieron también las secuencias
generadora y controladora entre los diferentes elementos. En la
primer secuencia un elemento es el encargado de generar al próximo
de la secuencia. En la secuencia controladora en cambio, cada
elemento se encarga de controlar a otro. Por ejemplo, el Agua
controla al Fuego y la Madera arde (genera) en el Fuego.
En
esta teoría utilizada por los médicos chinos, cada órgano estaba
nutrido (generado) o controlado por otro. La enfermedad podía
extenderse de un órgano a otro por falta de nutrición, control
excesivo o su opuesto. A menudo el tratamiento aplicado a un órgano
deficiente o con mal funcionamiento consistía en reforzar el órgano
precedente en la secuencia conocida como “secuencia generadora”.
Por
ejemplo, si el Fuego es débil, el efecto del Agua será más que un
mero control, amenazando con extinguirlo del todo. Esto se conoce
como sobreactuación de un elemento sobre otro. De igual manera, si
el Agua es deficiente, el Fuego puede evaporarla, sobreponiéndose al
elemento que normalmente lo controla. La inversión de la secuencia
controladora se llama reacción o “insulto”.
Texto
extraído del libro “El Libro del Shiatsu” de Paul Lundberg
(Capítulo Uno)
[1]
El Clásico Amarillo de Medicina Interna del Emperador (hacia 100
a.C.)
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